“La realidad no es real… es rara, y todo el tiempo estamos luchando contra esa extrañeza creando historias que le den orden al mundo”.
–Enrique Urbina
La literatura contiene mundos en los cuales nos podemos perder, nos lleva por aventuras y por experiencias que atrapan hasta el último momento. El escritor Enrique Urbina tiene un gusto muy especial por la literatura de terror. Su arte podría definirse como weird fiction (ficción de lo extraño) y, aunque quizá predomina el tema del horror, se conecta con la magia, lo sobrenatural y la ciencia ficción.
“Ese juego entre géneros [entendidos como poesía, ficción, horror o ciencia ficción], para mí, no es un salto entre ellos, sino espacios de imágenes y del lenguaje. Como continentes, por así decirlo, pero en un planeta, que es mi mini ficción. La primera regla de la ecología dice: ‘Todo está relacionado con todo’. Para mí, resuena mucho también en la práctica artística; entonces, no puedo hacer esa diferencia tajante entre una cosa y otra”.

En su obra literaria, Enrique ha navegado el tema del misterio como un velo que cubre aquello que vemos en una escena o en cualquier lado: “Me gusta pensar que hay momentos donde hay más que no se deja ver, como si fuera un pequeño charco de agua, negra, que no podemos saber la profundidad ni lo que hay abajo, pero sabemos que hay algo ahí”. Esta situación suele causar angustia y ese es exactamente el ingrediente que no le puede faltar a sus textos; ya que, para Enrique, eso es el horror, más que el susto, el sobresalto o el shock.
La posición del narrador es atroz, busca la maldad; le interesa explorar la adaptación del cuerpo a espacios no humanos, espacios familiares que se vuelven desconcertantes. “Así como en los cuentos de hadas pasaba: había una hambruna y la familia decidía comerse al más pequeño de la familia. El cuento lo dice así: ‘Se lo comieron y siguieron con sus vidas como si nada pasara’. Eso es algo a lo que me interesa llegar, específicamente en este último libro, Nadie encontrará mis huesos: no tenerles misericordia a los personajes o no tomar una posición de empatía con lo que les está sucediendo”.
“Lo que quiero hacer con estos cuentos no es mostrar otras realidades que se insertan en la nuestra, sino mostrar que nuestra realidad es una construcción muy inestable, que en sí misma es una ficción que nosotros nos contamos para tener orden en el mundo, pero cualquier pequeño detalle puede destruir esa construcción o cualquier cosa puede entrar. Aunque nosotros pensemos que no es posible”.

La inspiración para Enrique viene tanto de lo que está leyendo o consumiendo en el momento como de lo que tiene presente en su día a día. La magia, por ejemplo, es el tema central de su libro de poesía y también se ha dedicado al estudio de la misma. La naturaleza, gran musa del arte y compañera cercana, casi lo lleva a encontrarse con la muerte, otra musa importante, al subir el Iztaccíhuatl, según se mencionó en la última presentación de su libro; y también es escenario de algunos de sus cuentos.
“De Nadie encontrará mis huesos dicen que es un libro de eco ficción. El tema de la naturaleza desde siempre me ha interesado mucho, en ambos sentidos: en el mal sentido porque tengo recuerdos y sueños de niño donde la naturaleza era muy monstruosa y siempre que pasábamos por lugares boscosos sentía algo extraño, pero, al mismo tiempo, en el buen sentido es un genuino interés ecológico. Ecología como un entendimiento de lo no humano. Lo que hago es explorarla y busco textos que me ayuden a una exploración más consciente del tema”.
Además de interesarse por lo (no) humano, la magia y la muerte, Enrique también ha descubierto su gusto por el humor sutil. “No el de carcajada, sino el que puede ir acompañado de todos estos temas oscuros y densos, como imágenes caricaturescas o incluso extrañas en los personajes pueden causar sonrisa o risa, pero al mismo tiempo mucho extrañamiento”. Para el escritor es importante divertirse al escribir, aunque pueda ser muy autocrítico y le cueste trabajo leerse a sí mismo.
A pesar de su interés por la lectura, Enrique no era una persona que se clavara con ella. Su acercamiento al arte fue por la música; en ella encontró influencias literarias que le interesaban y que terminaron por meterlo completamente al mundo de la literatura, el cual le abrió el panorama y le ayudó a encontrar fuentes que él no hubiera imaginado. “Empecé a leer más de lo que leía antes. Siempre me gustó contar historias, pero, sobre todo, leerlas o consumirlas en videojuegos, series y libros”.

Durante su tiempo en la preparatoria empezó a descubrir hacia dónde se quería dirigir y marcó su camino artístico. “Me di cuenta de que la literatura me permitía entrar a distintos mundos manteniendo el tema del uso del lenguaje como el centro; tiene vasos comunicantes con la filosofía, con la historia, con la música, con ciertas artes visuales o con todas, porque como maneja el lenguaje se puede mover entre todo eso, por eso escogí la literatura. En cierto momento me dije: ‘me gustaría escribir historias como las que leo, para otros, e historias que me gustaría leer y disfrutar’”.
“Todo artista necesita de suerte y ser bueno. Yo he tenido más suerte”. Enrique ha tenido la fortuna de encontrar gente que cree en su obra y ha trabajado de manera incesante en su arte: “Todo el tiempo picando piedra y tocando puertas en distintos lugares”. Cuando él llegó a la Ciudad de México no sabía nada ni conocía mucho, por lo que tuvo la intención de generar comunidades con pares y lectores, tanto por el interés de conocer gente distinta y ayudar a otros artistas que le gusta, como por la estrategia de enriquecer el trabajo de cada uno y de que llegue a más lados.
“Es el efecto como de las olas. La comunidad me ha servido mucho para darme cuenta de qué estoy haciendo y hacia dónde lo quiero llevar. Todo lo que he hecho ha sido así: a través de formar vínculos, no de interés. Encuentro afinidad con alguien y a partir de eso construimos juntos”.

En su proceso creativo para los proyectos grandes, Enrique hace un plan detallado con una escaleta y continua por rellenar los espacios, pero en general suele variar. Él describe que le suelen llegar imágenes extrañas de lo que le gustaría crear y, una vez que tenga la idea más clara, las incluye en la narración. “Aunque haya planeación, siempre va a haber giros inesperados en lo que uno va escribiendo y resolviendo; también es parte del proceso”. Por otro lado, cuando tiene en la mente un texto experimental, pone el tema e intenta crear un espacio de exploración más que una estructura. “Digo mis límites y hacia dónde me quiero mover, escribir y explorar”.
“Me he dado cuenta que no vale mucho tomar el trabajo artístico con solemnidad porque eso hace que se estanque, que se encierren en sí mismo y ya no pueda tener una conversación con el lector”.
La Academia es su otra gran pasión porque considera que se complementa con su obra, ya que la estructura, el pensamiento crítico y cualquier texto que uno encuentra dentro de una investigación ayudan mucho a la construcción creativa. Y viceversa. Su trabajo creativo complementa al académico al buscar diferentes rutas de análisis o perspectivas.
“Ahora estoy muy clavado con la eco crítica, que es un campo enorme. Me parece muy interesante también porque, a pesar de que es una línea de estudio que llegó con el postmodernismo, hay cosas que niegan o que van en contra del postmodernismo, como pensar que todo lo que estamos viviendo es una construcción humana o que el mundo humano llega a su límite con su lenguaje; y la crítica dice: ‘hay cosas que están sucediendo más allá de lo humano y podemos interactuar con ellas’”.
Entre las varias influencias que tiene Enrique se encuentran Jeff VanderMeer: “Me encanta todo lo que escribe y su idea de la escritura como algo vivo, como si fueran pequeños monstruos”; Arthur Machen: “Me gusta mucho que tiene esta cepa de entrar al bosque y perderse en él”; algunos poetas, como T. S. Eliot con La tierra baldía, y la forma de escribir y estructurar de los autores japoneses, como Junji Ito: “Tiene este tema del body horror [horror del cuerpo], pero relacionado con lo absurdo; suceden las cosas y los personajes no son de: ‘¿Cómo puede estar pasando esto?’, sino que lo aceptan de inmediato y continúa avanzando la historia”, y muchos autores más, como Amparo Dávila, Yona Harvey, Timothy Morton.
Dentro de su futuro como artista espera que le vaya bien, pues él va a seguir escribiendo y explorando otros formatos; y, quizá, sus textos puedan ser catalizadores de cosas más grandes en los lectores: que los deje pensando o que ellos escriban sus propias creaciones, que encuentren su voz.

Entre sus metas a futuro, a Enrique le gustaría sacar otro libro de poesía y otro de cuentos. Mientras tanto, recientemente terminó una novela, la cual espera que encuentre casa pronto y también tiene un proyecto de cómics, el cual lleva un tiempo en el horno porque a Enrique le gustaría sacarlo junto con algún artista visual que tenga ese lenguaje. En lo académico, quiere realizar un posgrado con la intención de aplicar la ecocrítica. “Quiero hacer muchas cosas, nada más me falta encontrar el tiempo para hacerlas”.
Enrique Urbina
Escritor, poeta, articulista y editor. Estudió Literatura latinoamericana en la Universidad Iberoamericana. Ha publicado el plaquette Raíces (Paraíso Perdido, 2016) y los libros Aquí el silencio no descansa (Dharma Books, 2018) y Nadie encontrará mis huesos (Paraíso Perdido, 2020); también ha colaborado en artículos y distintos textos con revistas como Axxón, Tierra Adentro, Penumbria y Nexos. Presentó su primer libro en Freïms (2018) y en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (2019), junto a Sara Uribe; el segundo, en Casa Tomada (2021). Sus libros se pueden encontrar en El Sótano, El Péndulo, librerías independientes, Bookmate y Amazon, tanto en físico como en digital.
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