Carta editorial Oct-Nov 2021
Cuando pensamos en reconstruir algo, en darle nueva vida, es imposible dejar la “talacha” fuera. Esa palabra —de uso tan coloquial en nuestros días— representa un trabajo con un grado de complejidad exacerbado, es decir, que la chamba está bien perra. “Talachearle” es una expresión que implica una meta, y que el camino para llegar a ella será una tarea ardua.
Este término híbrido surge del náhuatl tlalli, que significa tierra, y de la palabra “hacha”. La talacha tiene dos significados. El primero refiere a un instrumento, parecido a un azadón, usado en el campo. Su segunda definición es la que mencionamos en el principio; cabe resaltar que también puede significar componer o reparar, una distinción del término que todos podríamos utilizar.

Retomemos la construcción del primer enunciado de esta entrada, donde el sujeto es “nosotros”, una voz conjugada en la primera persona del plural. Por nosotros nos referimos a KUL: un conjunto de seres individuales en la tarea de reconstruir, es una meta en común y la talacha es compartida.
La comodidad que conlleva la simple idea de pensar que todo caerá del cielo tiene un extraño atractivo. Sin embargo, para bien o para mal hay que talachear, y no sólo hago referencia a un aspecto laboral, sino a la constante faena de vivir, que no es más que una serie de trabajos. ¿Por qué no trabajar? Pues en definitiva es una posibilidad, empero, no una que se ajuste a nuestra realidad ni a nuestras metas. Cual soliloquio shakespeariano: ¿chingarle o no chingarle? Esa es la cuestión.
A veces podemos ser demasiado exigentes con nosotros mismos y sentimos que no caminamos, que todo lo hecho se cae por la borda y quisiéramos hacer más, mucho más. ¿Será que todo se resume a chingarle? ¿A talachear hasta el final? ¿Qué pasa entonces cuando dejamos la talacha de lado para descansar un rato y regresar “ahorita”?
Ya mencionamos que la talacha es compartida. ¿Por qué talacha y no trabajo? Hablar de esto último en KUL refiere a una serie de cambios —algunos menores, otros gigantes— que aportan a un trabajo que ya estaba, pero que debía evolucionar. Nos adaptamos, cambiamos, sale aquello que no sirve y se impulsa y crea a partir de lo que sí. El esfuerzo es el medio por el cual podemos subir al siguiente peldaño; la talacha es nuestro tema para esta portada porque es lo que requirió, y requerirá, para entrar a la nueva etapa de KUL.
Sería ingenuo afirmar que nuestro esfuerzo se limita a las crisis; KUL se ha mantenido, con todo y deslices, porque, desde su concepción, KUL Media va de la mano de la talacha. Somos pocos y nos cansamos, pero aquí seguimos precisamente porque la ideología de KUL no puede explicarse sin entender que el esfuerzo en conjunto recae en los que no paran su talacha.