No escribo esto para promocionar mi perfil de Tinder y conseguir más matches, ni para que alguien se apiade de mí y me mande like por gusto o por pena; escribo esto porque se me hace curiosa la forma en la que se maneja esa aplicación de citas. ¿O eso ya es una red social? Creo que lo dejaré al criterio del lector e iniciaré con la historia de cómo El perro decidió entrar a Tinder y qué pasó después.
Todo inició al igual que con cualquier persona que descarga Tinder: “A causa de los estragos que dejó el Covid 19”. Yo la descargué porque unos amigos me dijeron que así se podía conocer gente y con suerte a alguien especial. Además, mi terapeuta mencionó que era una forma adecuada de conocer personas sin el miedo de salir por la pandemia y así, poco a poco, recobrar la confianza al momento de socializar sin temerle al contagio.
Al descargar la aplicación apareció un formulario virtual para crear un perfil y poder concretar un match de una forma más eficaz. Una vez terminada la difícil tarea, la siguiente parte era añadir fotos; ese fue mi primer obstáculo, pues pedía las más recientes y sinceramente no soy de tomarme fotos, así que añadí las más nuevas.
Una vez completado ese paso rellené una descripción para las personas que entraran a mi perfil. Ahí fue donde encontré el mayor conflicto: pese a ser un escritor no sé escribir descripciones sobre mí. Consulté a varias personas que ya tenían experiencia acerca de crear una descripción y creo que el comentario más acertado fue: “No mames, wey, en estas aplicaciones debes sacar a la luz tu cualidades, es como tener un currículum; las personas lo van a ver y puede que te hablen y no te den el trabajo, o que sigan de largo porque no cumples con los requisitos para que te contraten. En este caso puedes conversar con la persona y llegar a otras cosas, como salir”. Así que me dispuse a “destacar” mis logros y mis virtudes en el LinkedIn de citas.
Los pasos siguientes eran fáciles, como agregar qué buscaba, el rango de edad y la distancia de los perfiles que vería. Una vez completada esta larga travesía, más larga que La Odisea, comenzó lo emocionante: ver fotos de personas y sus reseñas personales; que en un principio sí era interesante, pero luego me di cuenta que en todos los perfiles, o en su mayoría, las descripciones se repetían.
“La cuarentena me trajo aquí”. “No contesto por aquí, sígueme en Instagram para conocernos mejor (añadir Instagram)”. “Soy una persona penosa al principio, pero una vez que agarro confianza no paro de hablar”. Y mis dos favoritas: “Charlas regocijantes y apasionadas que alimentan el alma” y “Amo el arte en todas sus expresiones. Fan de tomar café y ver la lluvia caer. Odio a la gente con mala ortografía”. Nótese que esta última tuve que redactarla bien, pues cuando explican que aborrecen a las personas que escriben mal hacen justo eso. No sé si es sarcasmo o sólo escriben mal.

Las instrucciones de la app eran sencillas: desliza a la izquierda y no mandas “like”; desliza a la derecha y envías un “like”. Luego de un buen rato viendo perfiles me sorprendí por la enorme cantidad de personas que usan Tinder, y más “a causa de la pandemia”. Esa frase de “hay más culos que estrellas” al parecer es verdad.
Pasaron los días, las semanas y no hice ningún match; las esperanzas desaparecían y aumentaban mis ganas de borrar la aplicación, hasta que, de pronto, llegó a mis notificaciones: “Has conseguido un match”. Comenzamos a platicar por algunas semanas de nuestros gustos y preferencias; por fin me armé de valor y la invité a salir. Fuimos a un café y en medio de la plática surgieron las palabras más incómodas: “¿Y tú qué estás buscando?”. Respondí mi propia pregunta, a lo que esa persona replicó: “La verdad yo sólo estoy buscando gente con la que pueda aprender a tatuar”. Mi cara mostró lo sorprendido que estaba por su respuesta, no dije nada y ella prosiguió: “Sí, necesito gente que me preste su piel para que yo pueda aprender, te juro que no te voy a dejar algo mal hecho, sólo te cobraría 500 pesos del material”.
Esa fue la primera y última vez que tuve un match y salí con alguien, no volví a ver a esa persona. Por un momento pensé en irme a tatuar a su estudio, pero la verdad no busco eso en Tinder. Han pasado más de 84 años y no veo ni un rayo de esperanza de otro match. Creo que ahora probaré suerte en el Tinder de los trabajos, en uno u en otro espero hacer match.